viernes, 22 de agosto de 2008
Reservoir Dogs: En un país multicolor
Un par de kilos de balas, esperemos que de fogueo. Sus correspondientes pistolas. Algún que otro coche antiguo, no importa que no esté en perfectas condiciones, ya se tuneará si hace falta. Unos cuantos conjuntos de traje negro, camisa blanca y corbata a juego. Y cantidades industriales de zumo de tomate. Entérense, señores guionistas: no hace falta derrochar el presupuesto en efectos especiales para conseguir un peliculón. Quentin Tarantino, novato director de esta cinta, le recuerda al mundo que, como de costumbre, lo primero es lo primero: si hay un buen texto de base, tenemos mucho terreno ganado.
Porque además, tan hartos como podemos estar a estas alturas del Hollywood edulcorado habitual, nunca está de más echar mano del cine independiente (o algo parecido: hablamos de más de un millón de dólares) y sus soplos de aire fresco. Es difícil imaginar que uno de los grandes estudios, tan puritanos ellos, autorizara, más que el argumento (que aun así no deja de ser impactante), la forma de rodar de Tarantino. Hay acción, sin duda, porque esto es una película de tiroteos y esas cosas. Pero también hay diálogos sesudos (moderadamente, no se me asusten), que aunque cualquier madre censuraría por malsonantes, son tan valiosos, y tan entretenidos, como los disparos propiamente dichos, si no más. Hay planos larguísimos, que desesperarían al productor en busca del taquillazo fácil, pero que mantienen la intriga y atrapan la atención del espectador impaciente por ver cómo se resuelven. Hay también excepciones a esto último, claro, y momentos donde dan ganas de decir “Oye, Quentin, que esta parte ya la he pillado, a ver si arrancamos de una vez”, pero son los menos. Y hay violencia. Mucha violencia. Y de lo más explícita. Bastante gratuita en algunas ocasiones, en otras bien justificada por el guión. Son las cosas de Tarantino: a algunos les dará grima, a otros les parecerá genial. En todo caso, si luego tienen pesadillas no digan que no se lo advertí.
Los actores, rigurosamente en masculino, parece que sí que dormían bien, porque sus interpretaciones no merecen ni un reproche: brillante Harvey Keitel en la dificilísima, por contradictoria, piel del Señor Blanco; algo más flojo pero también espectacular Tim Roth de Señor Naranja; más que aceptables el resto de colores (verosímil, pero un tanto ridículo, ese sistema para nombrar a los personajes), entre los que se encontraba el propio Tarantino, que sale poco pero no desentona. Hasta el doblaje castellano, del que tanto se despotrica a veces, estaba sorprendentemente bien hecho. La estética también quedó bastante cuidada, cambiando el tono según dónde se ubica cada acontecimiento de los muchos que ocurren, pero manteniendo una línea coherente que da un aire de submundo mafioso de principios del siglo pasado que le viene que ni pintado a la historia. Se presta también especial atención a la banda sonora, llena de éxitos setenteros que además tienen su relevancia en la narración. Eso sí, puestos a sacar pegas, quizás la música sea buena pero insuficiente: algunas de esas escenas largas y profundas no tienen más que el silencio de fondo, lo que a veces resulta agobiante y, lástima, le cuesta la quinta estrella.
Tarantino, llamado a convertirse en director de culto, se presenta en sociedad con un filme potente, convincente, lleno de sorpresas, y que incluso en ocasiones invita a la reflexión de la mejor manera posible: camuflándola entre la trama, para que luego uno se dé cuenta al rato de haber visto la película, cuando esté rememorando alguno de los diálogos magistrales con que nos obsequia. Muy mascadito, muy fácil de entender todo, sin florituras innecesarias ni requiebros pseudoartísticos. Las cosas claras, el chocolate espeso, y las balas, de plomo.
La próxima: Alguien voló sobre el nido del cuco
martes, 12 de agosto de 2008
Batman Begins: Cuando el murciélago vuela bajo…
Con la precisión del más experto Arguiñano, los maestros de los fogones de Hollywood tienen la extraña habilidad de dar de vez en cuando con la receta mágica del pelotazo taquillero. La cosa tiene mérito si se tiene en cuenta la poca variedad de ingredientes de que suelen disponer: una chica guapa (a medio pelar), un chico guapo (pelado del todo), un puñado de malos malísimos especialistas en encajar guantazos, y cuarto y mitad de explosiones, petardos y ruidos de todo tipo, directamente importados de los restos de serie de las Fallas. Los (pocos) que además de gastarse mil pesetas en una entrada quieran que la historia que les cuenten les haga pensar, que se vayan a ver a Woody Allen, que para eso le dejan hueco.
A veces, sin embargo, suena la flauta, y una película predestinada a limitarse a cumplir con los tópicos se las apaña para ir un puntito más allá. Es la ventaja que, a poco que se sea hábil, otorga basarse en una historia como la de Batman, que no por manoseada deja de ser fascinante: la Warner, además de poner la pasta, da el guión ya casi hecho, así que el director (Christopher Nolan), libre de presiones, puede permitirse recrearse en detalles a priori secundarios. La consecuencia negativa es que nos vamos a más de dos horas de metraje, pero aun así no se hace demasiado pesado, esto no es una “burtonada” como las perpetradas hace década y media. Nolan consigue sacar adelante un filme de lo más aseado prácticamente sin despeinarse. Pero claro, tanto andarse por las ramas tiene sus riesgos, sobre todo cuando se trata de una saga tan famosa que el público se sabe de memoria el argumento antes incluso de ver la propia película. No sería de extrañar que algún espectador se sintiera traicionado por darle más protagonismo a la persona que copa la identidad secreta de Batman que al hombre-murciélago en sí mismo. También puede hacerse bastante raro que el superhéroe, en su afán por salvar el mundo, empiece provocando muchos más destrozos (o “daños colaterales”, como se dice ahora) que beneficios. El triple mortal con tirabuzón garantiza un vuelo espectacular, pero no hay red de protección: si el tren de aterrizaje falla, la morrada será de órdago.
Para estabilizar el planeo, aparte de la consabida y por lo visto nunca suficientemente derrochada pirotecnia, se cuenta con un reparto de lo más competente. Obviando los recelos que siempre despierta el hecho de que el actor protagonista (Christian Bale) tenga más pecho que la actriz principal (Katie Holmes), ambos cumplen con solvencia con sus papeles, aunque quizás sea achacable una cierta frialdad al que encarna a Bruce Wayne. Entre los secundarios, sublime una vez más Morgan Freeman. Lástima que no se pueda decir lo mismo de los dobladores, en especial de la que se encarga de pasar al castellano a Rachel Dawes: el chirriante tono de telepredicador en pleno sermón que le han puesto hace desear que el villano de turno no tenga compasión alguna por ella. Por otra parte, la ambientación, aunque en ocasiones parezca algo exagerada, en general es bastante aceptable: la banda sonora, sin ser particularmente novedosa, cuadra a la perfección con el ambiente sórdido de megalópolis decadente que los responsables de atrezzo y sobre todo vestuario han conseguido crear.
Que este último sea el mayor punto de fuerza puede ser bastante significativo. Quien espere un filme extremadamente innovador acabará sintiéndose defraudado, porque a fin de cuentas esto no deja de ser una de superhéroes, pero los fanáticos del género le reprocharán, con razón, que le falta chispa. El valiente Nolan se queda a mitad de camino: su película es entretenida, resultona, se deja ver, pero difícilmente levantará pasiones. Afortunadamente para él, la saga da para mucho. Esto es sólo el principio.
La próxima: Reservoir Dogs
martes, 5 de agosto de 2008
Brokeback Mountain: A veces hasta la Academia se confunde
Brokeback Mountain: En Terreno Vedado.
EE UU, 2005
★✰✰✰✰
Tres premios gordos, tres. Esa es la cantidad de estatuillas doradas que se llevó este filme en el último cónclave de los, más o menos, universalmente aceptados como grandes gurús de este escabroso mundillo que es la cinematografía. A saber: Óscar al mejor director (el taiwanés Ang Lee), mejor banda sonora original, y mejor guión adaptado. Menos de la mitad de las candidaturas a las que optaba, un total de ocho, y sólo uno del selecto grupo de laureles prestigiosos (película, director e intérpretes).EE UU, 2005
★✰✰✰✰
Se ve que en la Academia estadounidense son más avispados de lo que parece y no se han dejado engatusar por la propaganda que tiende a poner esta película por las nubes. Aun así, decepciona comprobar que, aunque en menor medida de lo que cabía esperar, en el fondo han acabado por ceder ante las presiones de los correspondientes lobbies. Porque con los dos primeros galardones se puede transigir (aunque con bastantes reservas en el caso del director), pero el último es completamente inaceptable. La historia carece de cualquier tipo de originalidad: de hecho, si se cambia la identidad de los personajes principales, sin modificar de ningún modo su forma de reaccionar ante los acontecimientos, por la típica parejita de terratenientes o de urbanitas opulentos, sería sumamente complicado distinguir esta película de un vulgar culebrón (versión light, naturalmente), o peor aún, de uno de esos telefilmes de la sobremesa del fin de semana. En todo caso, el propio hecho diferenciador de los protagonistas ya podría ser suficiente para salvar el filme: no sería el primer largometraje que se libra de la quema por una maniobra de este tipo. Lamentablemente, aquí ni eso acude al rescate: más de ¡dos horas! de lánguida y soporífera divagación acaban con la paciencia del más pintado y destruyen todo efecto sorprendente que algunos fragmentos de la trama pudieran tener. Un final decepcionante, por facilón y poco novedoso, termina de rematar la faena.
Cierto es, todo hay que decirlo, que el valor del director para tratar un tema tan delicado, rompiendo toda clase de tópicos en un género tan rígido como es el western, merece un reconocimiento que no se le negará; quizás sea incluso demasiado innovadora, hasta el punto de que hay momentos en que Heath Ledger (Ennis del Mar) y Jake Gyllenhaal (Jack Twist) no parecen creer que sus propios personajes sean verosímiles. También es innegable la inmaculada factura técnica: bellísima fotografía del lejano Oeste norteamericano, atípica para el género, pero muy adecuada para un guión tan ñoño; tres cuartos de lo mismo ocurre con la música, inviable en condiciones normales, perfectamente acorde con la (falta de) acción. Y bueno, el pobre montador no tiene la culpa de tener que trabajar con estos mimbres, debe de ser difícil conseguir algo más que larguísimas escenas llenas de conversaciones presuntamente profundas y transcendentales cuando los momentos de jugosa tensión narrativa disponibles entre tanto pastel se cuentan con los dedos de una mano.
Hay mejores opciones en cartelera antes que gastarse el dinero en este aburrimiento. Tampoco se molesten en hacerse con el DVD, y no les queden remordimientos: por lo visto mucha otra gente ya ha picado, víctima de la publicidad, y la productora no lo sufrirá mucho. Si tienen curiosidad morbosa, única razón por la que se justificaría tragarse los ciento veintitantos minutos de metraje, espérense a que algún programador de pocos escrúpulos la emita en su canal favorito. Confiemos en que al menos sea caritativo y lo haga a la hora de la siesta.
La próxima: Batman Begins
domingo, 3 de agosto de 2008
¿Era necesario?
Realmente, no. Para qué engañarnos: aunque me gustaría que fuera lo contrario, la humanidad tal como la conocemos podría seguir sobreviviendo si este blog no hubiera nacido. Pero oigan, tampoco estorba, ¿no? Y además los de Blogspot son gente muy maja y me dejan publicar gratis...
Dicen los libros de estilo de los blogs (que existen, no se vayan a pensar: en este mundo ya está casi todo inventado) que para quedar bien, la primera entrada, el primer "post" que dicen los guiris, tiene que ser una especie de presentación y declaración de intenciones. Bueno, vale, si ellos lo dicen habrá que hacerlo, no voy a llegar yo aquí de nuevas reventando las reglas. Se debería deducir por el título, pero por si acaso, repetimos, cual anuncio de natillas.
No creo que nadie esté particularmente interesado en mis marujeos personales, y si alguien lo está, dejen comentarios o manden emails y ya estudiaremos la solicitud. Y no se me ocurría ningún otro tema sobre el que generar agrias polémicas sin que la sangre llegara al río. Así que este blog va a ir de la segunda forma de entretenimiento más importante de la sociedad, siempre por detrás del noble arte del balompié: el cine.
Problema: nuestro sistema educativo es tan peculiar que ser un Señor Licenciado (trátenme de usted) en Comunicación Audiovisual no garantiza tener ningún tipo de conocimiento especial sobre la materia. Vale, sé cómo se llaman los planos y todo eso, pero, hablando en plata, no tengo ni idea de cine. No me pidan que les analice el carácter más o menos artístico de tal secuencia, o el intrincado significado oculto que el director de turno haya querido dar metiendo en escena tal objeto. Porque además, ni me va ni me viene. Yo soy de los que se sientan en la butaca (cuando la crisis lo permite; si no, me vale la tele, o la pantalla del ordenador... sí, señores de la SGAE, yo me bajo películas, qué pasa) y se limitan a ver imágenes. Mis criterios de valoración no van más allá de "me gusta - no me gusta".
Que es, si mis fuentes no me fallan, lo que hace la mayoría de la gente, el "espectador medio" no especializado, ese del que tanto hablan los listillos para decir que se traga cualquier basura. Pues yo soy de esos, y no me da ninguna vergüenza reconocerlo. Hablaremos de cine en ese plan. Sin complicarnos la vida. Con estilo más o menos bonito, más o menos acorde a las circunstancias; si ven que la cosa no cuadra, reclamaciones a don José Cabeza, profe de Crítica de Cine, una de las pocas asignaturas de la carrera en la que se aprendían cosas medio útiles (y encima era optativa).
Pues hala, al turrón. Ya me he metido en el embolao yo solo, ahora me toca ponerme a ver pelis y a escribir. De momento, voy anunciando que arrancaremos con Brokeback Mountain, que no es moco de pavo. Pero eso será de aquí a un par de días, que si lo pongo todo de golpe se pierde la intriga. Manténganse atentos.
Dicen los libros de estilo de los blogs (que existen, no se vayan a pensar: en este mundo ya está casi todo inventado) que para quedar bien, la primera entrada, el primer "post" que dicen los guiris, tiene que ser una especie de presentación y declaración de intenciones. Bueno, vale, si ellos lo dicen habrá que hacerlo, no voy a llegar yo aquí de nuevas reventando las reglas. Se debería deducir por el título, pero por si acaso, repetimos, cual anuncio de natillas.
No creo que nadie esté particularmente interesado en mis marujeos personales, y si alguien lo está, dejen comentarios o manden emails y ya estudiaremos la solicitud. Y no se me ocurría ningún otro tema sobre el que generar agrias polémicas sin que la sangre llegara al río. Así que este blog va a ir de la segunda forma de entretenimiento más importante de la sociedad, siempre por detrás del noble arte del balompié: el cine.
Problema: nuestro sistema educativo es tan peculiar que ser un Señor Licenciado (trátenme de usted) en Comunicación Audiovisual no garantiza tener ningún tipo de conocimiento especial sobre la materia. Vale, sé cómo se llaman los planos y todo eso, pero, hablando en plata, no tengo ni idea de cine. No me pidan que les analice el carácter más o menos artístico de tal secuencia, o el intrincado significado oculto que el director de turno haya querido dar metiendo en escena tal objeto. Porque además, ni me va ni me viene. Yo soy de los que se sientan en la butaca (cuando la crisis lo permite; si no, me vale la tele, o la pantalla del ordenador... sí, señores de la SGAE, yo me bajo películas, qué pasa) y se limitan a ver imágenes. Mis criterios de valoración no van más allá de "me gusta - no me gusta".
Que es, si mis fuentes no me fallan, lo que hace la mayoría de la gente, el "espectador medio" no especializado, ese del que tanto hablan los listillos para decir que se traga cualquier basura. Pues yo soy de esos, y no me da ninguna vergüenza reconocerlo. Hablaremos de cine en ese plan. Sin complicarnos la vida. Con estilo más o menos bonito, más o menos acorde a las circunstancias; si ven que la cosa no cuadra, reclamaciones a don José Cabeza, profe de Crítica de Cine, una de las pocas asignaturas de la carrera en la que se aprendían cosas medio útiles (y encima era optativa).
Pues hala, al turrón. Ya me he metido en el embolao yo solo, ahora me toca ponerme a ver pelis y a escribir. De momento, voy anunciando que arrancaremos con Brokeback Mountain, que no es moco de pavo. Pero eso será de aquí a un par de días, que si lo pongo todo de golpe se pierde la intriga. Manténganse atentos.
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